sábado, 27 de abril de 2013

Vacío

Demasiados sentimientos se agolpan en tu pecho. Demasiadas sensaciones bailan en tu tripa. Demasiados pensamientos confusos. Echar de menos su sonrisa, pero evitarla. Tienes miedo. ¿Quién eres tú para destrozar su futuro? Para arruinar su presente. Para amargar su pasado.

Todavía, cuando la piensas, hay algo que agoniza en tu interior y te ruega calma. Una tregua. "Deja de vivir como un puto romántico. Es un suicidio".

Acabarás en la bañera intoxicado de la droga de su piel y de su pelo. Esa suave y dulce puerta al paraíso de los placeres prohibidos que es su boca. Con ella articula conceptos que jamás entenderás. Pero te fascinan y te impiden huir de la cárcel de sus ojos, que te atrapan en una espiral de deseo.

Noche tras noche, beso tras beso. Estás perdido.

Estás enganchado. Eres dependiente de sus caricias a medianoche, sus mordiscos en tu clavícula, sus impulsivos movimientos de pelvis. Todo a tu alrededor te recuerda a ella y al calor de su entrepierna. No es amor, nunca lo fue. Eres adicto a esnifar su bajo vientre. Obsesionado con su olor, su sabor, sus gestos y sus besos, buscas revivir todas aquellas sensaciones, hacerlas tuyas y disfrutarlas eternamente. Es una necesidad: no comes, no duermes si no sientes su delicada presencia. No vives, no mueres. Te hallas en un estado de embriaguez mental permanente. Movimientos sistemáticos, ausencia de concentración. Tienes que satisfacer tu apetito o morirás de inanición.

Entonces todo comienza a desmoronarse. No puedes permitirlo. Anhelas removerte entre sus muslos y cogerla de la mano mientras le susurras un "para siempre" con aroma a tequila.

Quieres hacerlo, que todo sea perfecto.

Pero ella es libre, mírala, con el pelo revuelto, la piel perlada, y sin ti. Ya no te necesita. No necesita a nadie, en realidad, tan sólo a sí misma. Su espíritu se ha liberado de los grilletes de la desazón, de las cadenas de la necesidad. Y tú ya no eres nada.

¿Impotencia? ¿Rabia? ¿Ira? Violencia. Hazte notar. Demuestra quién manda ahí. Locura. Desatando tus más bajas pasiones, te dejas llevar por la adrenalina.

De nuevo, percibes la calidez de su piel, pero ya no puedes apreciar su suavidad. Tu sensibilidad se desvanece. Sólo sientes la espesura de ese fluido ardiente que brota de sus exquisitos labios. Es agradable, pero no estás satisfecho. Añoras su cuerpo.

Ropa rasgada, botones arrancados de cuajo. Súplicas. No ves, ni oyes. Ciego y sordo, la abrazas, de manera sosegada y agradable, piensas, pero en realidad descargas toda tu fuerza sobre ella, violentamente. Te gusta sentir su cuerpo temblar entre tus brazos, y sus latidos comunicarse con los tuyos. Pero, de pronto, se sucede un tremendo vacío. Un frío silencio. Ella ya no se mueve. Su corazón ya no habla, aunque su boca esté abierta. Ahora el que tiembla eres tú.

Demasiados sentimientos se agolpan en tu pecho. Demasiadas sensaciones bailan en tu tripa. Demasiados pensamientos confusos. Echar de menos su sonrisa.

Acabar con todo tu dolor saltando al vacío.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Sí, ser un romántico en estos tiempos no es normal, pero yo no me resigno... ;)

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