miércoles, 12 de marzo de 2014

La mierda empieza a brotar

Mierda. Asco. La indiferencia empieza a convertirse en repulsión, y la repulsión, en odio. Lágrimas de rabia. Eres basura. Eres nada. Te haces pequeña. Todo se hace grande. Más grande que tú. Y te supera. Y día tras día te pudres por dentro. Y día tras día te pudres por dentro.

Te recoges sobre ti misma. Te ocultas. Mientes. Tu mierda es tuya, y de nadie más. Tu mierda es tuya. Y de nadie más.

Forzar una sonrisa nunca fue fácil. Tiemblan los labios, gritan los ojos. 

Rechazo. Repulsas el contacto humano. Nadie es nadie y tú eres menos.

Fallas. Fallas. Fallas. Fallas. Y ningún error es disculpado.




                                                                                           Es odio lo que sientes, sí. Pero hacia ti misma.

sábado, 1 de febrero de 2014

Toco techo con la punta de mis dedos

Cada vez aguanto menos. Antes tenía autocontrol y podía poner la otra mejilla. Pero ya no sé hacer eso. Cada estupidez, cada intromisión, cada cosa que me resulte molesta por la razón más absurda, me hará explotar. La gente habla mucho y muy alegremente. Deberían empezar a aprender a escuchar.

Pero sus propios pensamientos.

sábado, 27 de julio de 2013

Esta entrada no tiene un puto título

Ni siquiera sé qué escribir. Ni cómo. Siento sobre mis hombros esa abrumadora sensación que te anula completamente y no te deja ni respirar. Es todo humo. Todo lo que tengo. Todo lo que siento. Todo va sorprendente y reconfortantemente bien hasta que, por alguna ridícula razón, se trunca, rompiendo toda mi vitalidad en mil pedazos. Porque sientes el fin. Sientes que no hay razón para seguir deambulando sola (porque estamos solos) en este mundo. Todo es frío aunque el mercurio del termómetro alcance los cuarenta. Todo es silencio aunque la música suene al máximo, aunque no pueda escuchar ni mis pensamientos. Todo es mierda. Pura mierda. Veneno. Agonía. Pánico. Muerte en vida. Putos engaños. Putos castillos en el aire. Putos pájaros en la cabeza. Puta felicidad, no te quiero si no te quedas.

miércoles, 10 de julio de 2013

Calidez

Fóllame lento contra la pared. Tus manos serán tu guía; la meta, mis labios. Susurros y caricias de madrugada, bajo la luna nueva y el efecto de la yerba. Roces accidentales, inocentes, primero. Provocativos, morbosos, más tarde. Mordiscos por todo el cuerpo. Su sonrisa sólo para mí.

Besos en la tripa. El pelo revuelto. Brusquedad, de pronto. Fuerza, ritmo. Los huesos chocando. Gritos silenciosos en mitad de la noche. Besos en los labios equivocados (o quizá no). Nuestros latidos sincronizados, al compás de nuestra locura. Calidez. Te necesito.

martes, 2 de julio de 2013

Te quiero

Cuánto lo simplifica todo el lenguaje, ¿eh? La maraña de sentimientos incomprensibles, el dolor físicamente injustificado y la insuficiencia respiratoria que causa el simple gesto de mirarle a los ojos, lo sintetizamos en una sola palabra: amor. Siguiendo esta teoría se debería poder concluir que expresar tus sentimientos es infinitamente más fácil -cuando los comprendes-, que el hecho de... sentirlos. Pero, claro, para ello hay que comprenderlos. Y cuán difícil es entender qué ocurre ahí dentro, en ese tierno y fibroso lugar al que llamamos corazón. Un lugar para todos conocido por su complejidad y desconocido en cuanto a su forma de actuar, reaccionar y resolver. Un lugar cálido y reconfortante a veces; otras frío y desolador. Un músculo fuerte. Pero un punto débil. Un espacio reservado para las esperanzas y los fracasos. Una parte de ti mismo. Y de él. De ella. De nosotros. El centro de todo. La clave. El que sojuzga a la razón. El que siempre gana. El que siempre pierde.

Cuánto lo complica todo el lenguaje, ¿eh? El causante de las contradicciones, los embustes y los malentendidos. Ojalá pudiéramos decirlo todo con una mirada. Ojalá no fuese tan duro escuchar de sus labios la dulce o amarga verdad. Ojalá no nos costase tanto articular esas dos fatídicas palabras. Ese verbo reflexivo que tanto nos asusta. "Quererte" y toda su estúpida conjugación. ¿Y la forma conjugada más dañina? El presente de indicativo, la primera persona singular.

viernes, 28 de junio de 2013

Estúpida

Noches de silencios incómodos y conflictos internos. Monotonía. Nada que decir y nada que callar. Nadie con quien contar. A quien recurrir. Nadie te necesita. Necesitas a todo el mundo. Un abrazo y te calmas. Pero nunca llega. Nunca llega. Su despreocupación idílica. Nunca sentirás ese sentimiento de libertad. Nada te ata a nada, pero te asusta dejarte llevar; por eso te encadenas a cualquier sentimiento penoso. ¿Qué necesitas para acabar con todo esto?

sábado, 15 de junio de 2013