martes, 2 de julio de 2013

Te quiero

Cuánto lo simplifica todo el lenguaje, ¿eh? La maraña de sentimientos incomprensibles, el dolor físicamente injustificado y la insuficiencia respiratoria que causa el simple gesto de mirarle a los ojos, lo sintetizamos en una sola palabra: amor. Siguiendo esta teoría se debería poder concluir que expresar tus sentimientos es infinitamente más fácil -cuando los comprendes-, que el hecho de... sentirlos. Pero, claro, para ello hay que comprenderlos. Y cuán difícil es entender qué ocurre ahí dentro, en ese tierno y fibroso lugar al que llamamos corazón. Un lugar para todos conocido por su complejidad y desconocido en cuanto a su forma de actuar, reaccionar y resolver. Un lugar cálido y reconfortante a veces; otras frío y desolador. Un músculo fuerte. Pero un punto débil. Un espacio reservado para las esperanzas y los fracasos. Una parte de ti mismo. Y de él. De ella. De nosotros. El centro de todo. La clave. El que sojuzga a la razón. El que siempre gana. El que siempre pierde.

Cuánto lo complica todo el lenguaje, ¿eh? El causante de las contradicciones, los embustes y los malentendidos. Ojalá pudiéramos decirlo todo con una mirada. Ojalá no fuese tan duro escuchar de sus labios la dulce o amarga verdad. Ojalá no nos costase tanto articular esas dos fatídicas palabras. Ese verbo reflexivo que tanto nos asusta. "Quererte" y toda su estúpida conjugación. ¿Y la forma conjugada más dañina? El presente de indicativo, la primera persona singular.

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